Reflexiones

Releyendo viejos módulos de Stormbringer me quedo sorprendido con el número mínimo de jugadores (excluyendo al director de juego) recomendados. Por un lado veo unos donde recomiendan al menos 6 jugadores, en otro de 6 a 10 personajes, otro vuelve a pedir 6 pero con dos buenos hechiceros… y ya advierten que un menor número de jugadores conllevará una insignificante disminución de la población de los Reinos Jóvenes.

Si en éstos y otros módulos recomiendan una media de seis jugadores por partida supongo que será porque al menos en EEUU esa debe ser la media. Sin embargo, ¿esto también se puede aplicar a España?

No sé en otros grupos de juego, pero desde mi experiencia diría que, salvo jornadas de rol, creo que nunca he jugado una partida con seis jugadores, siempre hemos sido menos, tres o cuatro jugadores.

Tampoco sé si realmente es factible jugar cómodamente con seis o más jugadores simultáneos. Creo que mi única experiencia con un grupo tan numeroso fue la célebre «Aventura del Mar», orquestada y dirigida por Carlos de la Cruz, una aventura mítica entre mis amigos (posiblemente en la que más me haya divertido). En ella éramos un grupo muy heterogéneo de personajes y si bien eso llevaba a mucha variedad, también hacía que el ritmo se ralentizara bastante al querer tener todos nuestra parte de protagonismo.

Por otro lado, quizá sea mi experiencia personal, pero en un país donde hay aficiones bien vistas y otras como la nuestra no tanto, creo que es complicado encontrar a seis personas con estos mismos gustos dispuestas a jugar porque realmente se divierten (y no me valen las novias que juegan porque no hay más remedio 😛 ).

En caso de tener un grupo de juego reducido solo veo tres opciones: completar el grupo con PNJs a costa de que los jugadores pierdan protagonismo, nivelar los módulos reduciendo la dificultad para hacerlo más asequible a los jugadores o bien permitir a los jugadores usar un par de PJs cada uno de forma simultánea.

¿Qué opináis?

Saludos.

Actualmente me encuentro preparando una partida / campaña para dirigir a mis amigos en los Reinos Jóvenes (Elric de Melniboné con el sistema de MRQ II) y, pensando en cómo me gustaría que se comportasen y cómo no, me he dado cuenta de que yo actuaba justo como no me gustaría ver actuar a mis jugadores.

Quizá actuara así debido al hecho de que en mis últimos años de actividad rolera frecuente me dediqué solo a jugar, sin dirigir ninguna partida que recuerde, lo cual me llevó a ver el rol solo desde el egoista punto de vista del jugador.

Ahora me doy cuenta de que me comportaba como lo que se conoce por el término de munchkin, no por nada Carlos de la Cruz bautizó mis palabras de cierto día como el Manifiesto Munchkin (y me reconoció como su jugador disfuncional preferido, un gran honor xD):

[…] los juegos que se basan en estadísticas se tienen que regir por ellas y es deber de cada jugador el sacar el máximo provecho de estas estadísticas e intentar buscarle los puntos flacos al sistema, como el escaparse es deber de un preso.

Lo que me parecía divertido en aquel entonces ahora veo que seguramente no lo sea tanto para el director de juego y el resto de jugadores, así que me propongo evolucionar hacia otro tipo de juego más interpretativo y menos preocupado por los números de mi hoja de personaje.

Si alguno de mis futuros jugadores lee estas líneas, tengo un mensaje personal: ya sabes que ahora no me gustan los munchkins, procura evitar ese comportamiento en mis partidas y habrá más posibilidades de sobrevivir 😉

Saludos.

Anoche aproveché que no tenía mucho sueño para seguir leyendo el manual básico de RuneQuest II en la cama y me pasó algo curioso.

No sé si serían las altas horas de la mañana, el silencio de la noche, el momento de relajación… pero, a medida que iba leyendo las reglas de creación de personajes, mi mente se veía asaltada con flashbacks de mi primera partida rolera.

Es curioso cómo funciona nuestra memoria asociativa, a lo largo de los años he jugado muchas partidas y muy buenas, pero aun así no eran estas imágenes más recientes o míticas las que recordaba, sino aquellas difusas situaciones vividas allá por el año 1992 o 1993 (si mis cálculos no me fallan, recuerdo que estaría en sexto o séptimo de EGB) en el colegio Gonzalo de Berceo de Coslada, en unas jornadas organizadas por la asociación juvenil Quetzalcoatl.

Por aquel entonces tendría yo unos 12 años, recuerdo que no había jugado nunca a un juego de rol, pero sin embargo algo tendría que saber de ellos, pues mis padres me habían comprado (a mi petición) el Señor de los Anillos básico (la edición simplificada en caja de JOC) y me lo tenían guardado hasta que llegara el día de los Reyes Magos.

Tampoco recuerdo cómo me enteré de estas jornadas, supongo que con carteles puestos por las calles o en el mismo colegio, pero allí fui con varios amigos y descubrimos este mundillo que nos atrapó al momento.

La partida fue al RuneQuest, recuerdo perfectamente a Gulitrakis, mi personaje, un campesino armado con una guadaña sobre la que empleaba el hechizo cuchilla afilada (imagen que me vino de golpe al leer anoche el apartado de magia y ver el bladesharp). La partida fue corta (lo que daba de sí esas jornadas), pero intensa y además recuerdo que nos dejaron quedarnos con las hojas de los personajes las cuales emplearíamos posteriormente mi grupo de juego para otras partidas (no se me borrará de la mente el día que jugando en mi casa le corté una pierna con la guadaña al personaje de un amigo debido a una pifia).

De estos recuerdos mi mente saltó a mis días en aquellos tiempos, hace casi 20 años, la situación del rol en ese momento y la actual.

No sé si sería por alguna moda, pero el caso es que en aquellos tiempos entrabas en una papelería y tenías juegos de rol, ibas a la sección de libros de El Corte Inglés y allí había juegos de rol, en el kiosko podías encontrar la revista Dragon, en sitios más especializados la Lider… En una población no demasiado importante como Coslada teníamos una asociación de rol (la mencionada Quetzalcoatl) que se reunía todos los fines de semana para jugar, con su biblioteca de juegos y la organización de jornadas anuales (en una de las cuales incluso iba a dirigir yo una partida, lástima que no se presentara nadie para mi juego).

Ahora, con Internet al alcance de la mano de cualquiera, un poder adquisitivo mucho mayor entre los chavales, multitud de librerías especializadas en el tema, etc. tengo la sensación de que el rol ha vuelto a la cueva oscura. No sé si algo tendría que ver aquel tristemente famoso «asesinato del rol», pero creo que ya ha pasado suficiente tiempo para haber recuperado el terreno perdido por el daño causado en la opinión pública por dicho incidente.

Sin duda para mí la mejor manera de iniciar a alguien en este mundillo es como lo hice yo, probándolo, dejando que lo experimente por sí mismo, dejando atrás los prejuicios. Toda la divulgación que hacemos por Internet en el fondo solo es captada por un mínimo porcentaje de gente que no lo haya probado y así poca afición podemos crear.

Creo que lo que nos falta son más asociaciones como aquella Quetzalcoatl, gente dispuesta a hacer un pequeño esfuerzo y sacrificio para organizar eventos de captación de nuevos aficionados mediante jornadas abiertas y gratuitas, pues estoy seguro que si no hubiera sido por ellas ni yo ni muchos de mis amigos habríamos tocado un juego de rol quizá en la vida.

Y esta reflexión me lleva como punto final a mí mismo, a mi lugar «acomodado» quejándome de que las cosas ya no son como antes sin hacer nada por cambiarlo. Quizá todavía esté a tiempo para hacer algo de forma más activa, formar una asociación e intentar recuperar estas jornadas, pero para ello necesito más gente, ¿alguien se apunta?

Saludos